Dónde comer en Chicago: Historias gastronómicas

Tiempo de lectura: 3 min

Dónde comer en Chicago

 

 

Historias gastronómicas

 

 

?  Era una fría noche de invierno, la lluvia que caía sobre Chicago había comenzado a convertirse ya en copos de nieve. La gente salía de las tiendas cargada de bolsas, los grandes escaparates de cristal potenciaban aún más el lujo de la milla de oro de Chicago.

Bajé las escaleras que en medio de la acera parecían conducir a un parking, pero nada más lejos de la realidad, aquellos escalones eran la entrada a la Chicago subterránea, una ciudad completamente diferente, donde reinaba el silencio más absoluto solo interrumpido por el circular de algunos coches y tenuemente iluminado por las luces de neón.

Parecía Gothan city en sus días más oscuros.

Las luces se hacían más próximas y potentes a cada paso, anunciando la entrada a la hamburguesería de la que nada se intuía desde el exterior.

No se veía un alma por aquella otra Chicago, abrí la puerta del local en el que parecía haberse detenido el tiempo por completo.

 

 

 

?  Mientras, no muy lejos de The Loop, un sonido inconfundible anunciaba el paso del metro por encima de aquellas vigas de hierro. El alma de Chicago se hacía sentir con aquel sonido metálico.

En una mesa junto a la ventana, cinco policías de uniforme, disfrutaban de uno de los manjares más sencillos y sabrosos de la ciudad del viento, la pizza deep.

El local mantenía aún la iluminación navideña, el concepto del tiempo en Chicago es relativo, seguía haciendo tanto frío como en esa época festiva y la barra estaba abarrotada de locales.

 

 

?  Quién podía pensar que tan cerca de The Magnificent Mile, la milla de oro de Chicago, se podía encontrar aquel lugar. Ajeno a todo el bullicio del centro de la ciudad y del ir y venir de la gente, como en una isla, estaba uno de los sabores más auténticos de Chicago.

-“¿Picante?”

-“No, por favor”

El bocadillo rebosaba láminas de ternera por los cuatro costados y el pan empapado por su propio jugo parecía pedir a gritos que le hincara el diente.

 

 

 

 

? Al abrir la puerta, cuatro escalones daban la bienvenida al local, no cabía ninguna duda ahora sí, de que Chicago era el inicio de la Ruta 66. Mesas de cuadros rojos sin mantel y sillas acolchadas en las que disfrutar a dos manos de la mejor hamburguesa de la ciudad. Sencilla a la par que sumamente sabrosa.

 

 

?  Los policías mantenían una distendida charla en un ambiente familiar y relajado, como el que se respiraba en todo el restaurante.

“Su pizza Deep”- dijo el camarero. La tenue luz de una vela era la única iluminación de la mesa, pero no era necesario más, al atravesar la suave capa de tomate que la cubría, el brillo dorado del abundante queso iluminó la escena.

 

 

El bocadillo era grueso y pesado, no escatimaban en materia prima que cortaban allí mismo delante de tus ojos, sin trampa ni cartón. Un papel fino y encerado era el envoltorio de aquel sabroso manjar. El comedor del local parecía un buen lugar para sentarse a deleitarse con él.

Una mesa común y largos taburetes de una sola pieza eran el comedor de gala del local. Aquello tenia sabor auténtico lo miraras por donde lo miraras, desde los comensales hasta la decoración. El primer mordisco fue sublime.

 

 

 

? “Mi hamburguesa con huevo por favor”, no sé por qué razón este ingrediente me parece la corona perfecta para una hamburguesa, no puedo resistirme, el huevo me pierde. Un pequeño sobre de papel protegía a aquella delicia redondeada.

A mi derecha se encontraba la barra, no muy llena de gente aún a esas horas, pero repleta de fotografías en blanco y negro autografiadas, no había figura relevante en la historia estadounidense que no hubiera pisado aquel local.

 

 

El queso fundido unido al tomate se desparramaban por el plato como la lava de un volcán en erupción. Nunca había visto ni comido una pizza tan gruesa, esto, era uno de los motivos que hacían que la pizza de Chicago fuera única.

 

 

? Era imposible comerse aquel bocadillo sin pringarse ambas manos e incluso la nariz. La montaña de servilletas enceradas, que en cuanto apenas secaban, iba in crescendo mientras la carne y el pan iban decreciendo a una velocidad inusitada.

 

 

 

 

?  Barack Obama había disfrutado de una de sus hamburguesas tanto como lo estaba haciendo yo, sentada en una de sus sillas acolchadas y observando de reojo a los que a mis espaldas iban ocupando la barra, ellos, tan a juego con el local cómo con la Chicago más subterránea, esa en la que volví a aparecer como en un viaje espacio-tiempo al subir los cuatro escalones y cruzar la puerta de nuevo.

 

 

 

?  Los policías acabaron de cenar y salieron de uno en uno de la pizzería, no sin antes ponerse las chaquetas, el frío en las noches de febrero en Chicago es implacable. Tan sonrientes como los de la comisaría a la que me había acercado unas horas antes, cuando el sol aún calentaba, a preguntar, sin saber muy bien porque surgen algunas costumbres.

Los policías se despidieron del dueño del restaurante que estaba sentado junto a la puerta, eran algo más que clientes habituales.

 

 

? Abandoné el gran y austero comedor, que más parecía un almacén a medio arreglar que lo primero y me despedí de los empleados de aquel sencillo local que tenía tanto sabor como sus bocadillos de carne fileteada.

 

 

 

 

? Al subir a la otra Chicago la gente que iba y venía volvieron a hacer su aparición, del mismo modo que los copos de nieve que acariciaban mi rostro, ahora más caliente y con una media sonrisa de satisfacción que nacía desde el propio estómago.

 

 

?  Me puse la chaqueta y tal y como habían hecho los policías me despedí del dueño de la pizzería, su amabilidad, del mismo modo que su local, te hacían sentir en casa, en la suya. Al abrir la puerta un sonido rompió por completo el silencio de la noche, el metro se acercaba de nuevo.

 

 

? El sol me iluminó el rostro, dejaba atrás la esencia de la Ruta 66 y mis ojos se volvían a cruzar con los rascacielos de Chicago, esos mismos cuyos cristales hacían de espejo por el reflejo del aún cálido, pero frío, astro rey en invierno.

 

 

Chicago

 

 

 

Chicago te regala tantas historias, como sabores, tan distintas como su gente, tan variadas como sus museos, tan rica como su cultura y tan en armonía como su arquitectura, uno de sus grandes símbolos.

 

 

 

Los restaurantes más auténticos de Chicago

 

 

? Billy Goat Tavern (The Original), las mejores hamburguesas de Chicago

Podemos encontrar muchos Billy Goat Tavern repartidos por la ciudad, pero el original y el que más encanto tiene, se encuentra aquí, en la Chicago subterránea.

 

 

Hamburguesa de Billy Goat Tavern, Chicago

 

 

 

? Pizano’s Pizza & Pasta, la mejor deep pizza de Chicago

Hay varios Pizano’s Pizza en Chicago, pero su ambiente y ubicación hacen de este, junto a The Loop, el más auténtico.

 

 

Pizza deep de Pizano’s, Chicago

 

 

 

 

Mr. Beef On Orleans

Mi lugar favorito para saborear un buen italian beef sándwich es sin lugar a dudas Mr. Beef On Orleans.

 

Italian beef sándwich de Mr. Beef On Orleans, Chicago

 

 

 

 

Una de las mejores experiencias gastronómicas que se pueden tener en Chicago, mucho más que lugares en los que comer, locales tan sencillos como auténticos en los que me sentí como un local más.

 

 

Billy Goat Tavern

 

 

 

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Historias gastronómicas de Chicago | Enero 2021  | Las sandalias de Ulises

 

 

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Soy Clara, una viajera emocional e intimista.

Cada viaje es un descubrimiento de una parte de mi, conocer otros lugares y culturas ha sido también una forma de conocerme mejor y crecer como persona. ... y cuando vuelves, ves que todo está igual pero tú ya no eres la misma.

También soy comunicadora de viajes en podcast, radio, televisión, charlas, eventos, y he colaborado en diversos proyectos turísticos.

La vida es el auténtico viaje y lo importante es disfrutar de cada etapa del camino, es por ello por lo que Las sandalias de Ulises es un blog de viajes camino a Ítaca.

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