Querida Clarita, por fin he cumplido tu sueño, estamos en Egipto
Nadie duda de que los libros son objetos mágicos, sus páginas nos abren mundos desconocidos, amplían nuestro universo y nos hacen soñar con historias y lugares lejanos y remotos. Se incorporan a nuestra vida y algunos la cambian para siempre.
Las Navidades del 97-98 fueron muy especiales, la noche del 5 de enero como cada año, el pasillo de casa estaba lleno de regalos. Los camellos de sus Majestades habían mordisqueado la comida que les habíamos dejado junto al balcón, la travesía desde Oriente había sido larga y era costumbre en casa darles algo de comer.
Busqué mi nombre entre los paquetes, no recuerdo lo que me trajo Baltasar, nuestro Rey favorito, esa noche; con una sola excepción, solo uno de esos regalos permanecería en mi memoria para siempre.
Yo no lo sabía, pero esas Navidades mi hermana me había pedido para Reyes un libro, pero no uno cualquiera, uno muy especial, el libro que me abriría un mundo por el que me había empezado a interesar con pasión desmesurada. Pocas veces al abrir un regalo han brillado mis ojos con tanta intensidad como lo hicieron esa noche, no podía haber imaginado un regalo mejor. Allí estaba el libro “El Valle de los Reyes”.
Un precioso libro de tapas duras y hojas enceradas, con textos tan detallados como lo eran sus fotografías, con mapas y esquemas de la última morada de los faraones, de su puerta al Más Allá.
Un libro absolutamente fascinante que recorría todas y cada una de las tumbas del Valle de los Reyes y los templos de Tebas. Aquel regalo no me pudo hacer más feliz.
Más de 20 años después, cada una de esas páginas, que a pesar de la cantidad de veces que las han recorrido mis dedos, están intactas, como la tumba de Tutankamon, siguen desprendiendo la misma magia del primer día. Tal y como lo hace Egipto después de más de 5.000 años.
Tenía una deuda pendiente con mi yo de 13 años. Con aquella niña que devoraba por las noches las novelas de Christian Jacq; que cual escriba, con su pluma estilográfica llenaba los libros de texto del colegio de ojos de Horus. Esa niña que fascinada por Tutankamon, el faraón niño, con su muerte y su maldición, soñaba con haber acompañado a Howard Carter el día que abrió aquel sello de la tumba que lo cambió todo. Esa niña que solo quería leer libros de egiptología y conocer aquel fascinante país.
Si ella supiera que iba a estar aquí en Egipto ahora, leyendo jeroglíficos, recorriendo el Nilo, el Valle de los Reyes y cada uno de los templos milenarios, probablemente estaría llorando de la emoción, cómo lo estoy yo ahora.
Aunque estoy segura de que en aquel momento ella ya sabía que algún día miraría a los ojos a la máscara funeraria de Tutankamón, entraría en el corazón de Abu Simbel, contemplaría la belleza de Cleopatra en Dendera, podría mostrarle sus respetos al propio cuerpo del Gran Ramses II y se sentiría junto a las Pirámides tan insignificante como el propio Napoleón.
La miro con un amor infinito, no le puedo estar más agradecida, por ser tan curiosa, por su sed insaciable por descubrir, por ese nervio, esa intensidad y esa pasión que ponía en todo y que sigue tan viva en mí, sin ella hoy yo no estaría aquí, ni sería quién soy ahora. Gracias Clarita por no abandonarme nunca, gracias por tanto. Todo esto es gracias a ti.
Clarita, quiero decirte que por fin hemos cumplido nuestro sueño, estamos en Egipto.
Te lo debía.
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Querida Clarita, por fin hemos cumplido nuestro sueño, estamos en Egipto| Abril 2021 | Las sandalias de Ulises
Soy Clara, una viajera emocional e intimista.
Cada viaje es un descubrimiento de una parte de mi, conocer otros lugares y culturas ha sido también una forma de conocerme mejor y crecer como persona. ... y cuando vuelves, ves que todo está igual pero tú ya no eres la misma.
También soy comunicadora de viajes en podcast, radio, televisión, charlas, eventos, y he colaborado en diversos proyectos turísticos.
La vida es el auténtico viaje y lo importante es disfrutar de cada etapa del camino, es por ello por lo que Las sandalias de Ulises es un blog de viajes camino a Ítaca.