Los espíritus de la selva ecuatoriana
“Estas historias se las contaba mi abuelo a mi padre y él me las contaba a mí, pero yo no creía en ellas hasta que me ocurrió”, nos contaba Abel, nuestro guía del Parque Nacional Yasuni.
“Tendría unos 12 años y mi hermano mayor y yo nos fuimos a caminar por la selva”, seguía relatando “nuestra idea era andar unas 5 o 6 horas y volver a casa, pero nos fuimos adentrando en la selva profunda, pensamos que finalmente se alargaría más de lo previsto, aunque nunca imaginamos que sería de esa forma.”
Un cielo estrellado y sin una nube reinaba aquella noche en el Parque Nacional Yasuní
“Después de tanto caminar estábamos ya muy hambrientos, nos aproximamos al Salar donde se acercan a comer los animales y cazamos un mono aullador. Me lo colgué a la espalda y seguimos caminando un rato.
Era ya de noche cerrada, en Ecuador se pone el sol pasadas las seis de la tarde, y aunque habíamos marcado algunas ramas para poder reconocer el camino de vuelta, decidimos encender una hoguera para pasar allí la noche.
Cocinamos al mono a fuego lento y nos lo fuimos comiendo poco a poco. Organizamos turnos para descansar y que siempre uno de los dos estuviera despierto y decidimos que con la salida del sol pondríamos rumbo a casa»
Abel bebió un sorbo de jugo de granadilla y siguió con su relato.
«Mientras mi hermano dormía, el sonido de la selva comenzó a hacerse cada vez más intenso y cercano, los aullidos se escuchaban muy próximos, pero no parecían los de un mono aullador común como el que nos acabábamos de comer. Intenté no pensar más allá y continuar con la guardia, pero aquello, fuera lo que fuera, estaba cada vez más cerca. Muy nervioso desperté a mi hermano, aquella presencia era demasiado fuerte como para permanecer allí más tiempo.
Apagamos la hoguera y emprendimos el camino de vuelta a casa a paso ligero. Los aullidos iban in crescendo, cada vez más intensos, acompañados de fuertes movimientos de ramas y hojas a nuestro paso. El rugido era a cada momento más potente y cercano. Nos girábamos, pero no veíamos nada tras nosotros.”
Dio un último sorbo al jugo, miró al horizonte y continuó relatando, sus ojos oscuros desprendían un brillo de temor y respeto que no había visto hasta ese momento.
“Aceleramos el paso, notábamos una presencia a nuestras espaldas, el aliento y el rugir de lo que parecía ser un jaguar en nuestra nuca. Pero mirábamos hacia atrás y seguíamos sin ver ningún rastro de ser vivo.
El temor a ser alcanzado por aquel ser era tan fuerte como su sonido, nuestro miedo era tal que comenzamos a correr como no recuerdo haberlo hecho jamás, sin mirar atrás. Horas y horas corriendo impulsados por la fuerza del pánico mientras un fuerte rugido y un cálido aliento nos perseguía durante todo el camino.
Justo al salir de la selva, el intenso sonido cesó de golpe, pero ni aquello nos detuvo, y aunque ya exhaustos, seguimos corriendo hasta llegar a casa.
En la puerta estaba nuestro padre, le miré a los ojos y asintió con la cabeza, no fue necesario cruzar ni una sola palabra, con mirarnos fue suficiente, se leía el pánico en ellos.
Jamás volví a burlarme de ningún animal, ni espíritu de la selva, porque la Amazonía tiene alma y tiene también su propio dueño”
Esas últimas palabras estuvieron rondando mi cabeza durante toda la noche, aunque la cama de mi habitación en el Napo Cultural Center era comodísima, y las mosquiteras colgaban elegantemente de un dosel, aquella noche me costó conciliar el sueño, los aullidos de los monos se oían desde dentro de la habitación y la visión del jaguar que había merodeado por las poblaciones cercanas unas pocas semanas antes, se me apareció en sueños, sus ojos felinos me observaban con imponente calma y tras hacer un movimiento que me pareció una media sonrisa, desapareció entre la maleza.
¿Era un jaguar lo que escuchó Abel y lo que vi yo en mis sueños? ¿o eran los íwianch?
Cuentan las leyendas que los íwianch son los espíritus que habitaban en el interior de la selva… y lo siguen haciendo.
Los espíritus de la amazonia ecuatoriana | Las sandalias de Ulises
Soy Clara, una viajera emocional e intimista.
Cada viaje es un descubrimiento de una parte de mi, conocer otros lugares y culturas ha sido también una forma de conocerme mejor y crecer como persona. ... y cuando vuelves, ves que todo está igual pero tú ya no eres la misma.
También soy comunicadora de viajes en podcast, radio, televisión, charlas, eventos, y he colaborado en diversos proyectos turísticos.
La vida es el auténtico viaje y lo importante es disfrutar de cada etapa del camino, es por ello por lo que Las sandalias de Ulises es un blog de viajes camino a Ítaca.
Menudo asesino de primates
Hay que tener en cuenta que eran unos niños sin nada que comer y que de esto ya debe de hacer más de 20 años. Ahora afortunadamente todos los monos están protegidos y no es posible cazar ninguno. Es por ello por lo que es tan importante tener conciencia de todo lo que habita en la Amazonía y protegerlo
Un saludo!
Si, todo hay que ponerlo en el lugar, en su tiempo y en su contexto.
Cuantas historias encierra el rio Napo y su densa selva que lo rodea. Saludos
Ni todo lo que existe se ve, ni se ve todo lo que existe. Hay una fuerza en todas las cosas, un alma en todas las personas y un propósito que las une por encima de lo racional.
Como decía Antoine de Saint-Exupéry en “El Principito”
“He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: solo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos.”