Snorkel nocturno en Maldivas

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Snorkel nocturno en Maldivas

 

En la oscuridad más absoluta del fondo marino, mientras nadaba, mi linterna iluminó algo que se movía, jamás podré olvidar aquellos ojos brillantes que me miraban fijamente, el tiburón con su elegante movimiento pasó por delante de nosotros y no sería la última vez que lo haría aquella noche.

 

Tiburón

 

Habíamos quedado a las 6 de la tarde, era ya de noche cerrada en la isla de Rasdhoo, cuyo atolón es uno de los favoritos de los buceadores más expertos por su espectacular fondo marino. Me temblaban las piernas y me convencí a mi misma de que aquello se debía al frío de la noche, aunque en mi fuero interno sabía que se trataba más bien de temor, miedo a un medio totalmente desconocido, con el agravante de nocturnidad. Una vez arriba del barco, no tenía otra opción que confiar en Ahmed y su instinto, él era lo más parecido a un hombre anfibio que había conocido hasta el momento.

 

Ahmed y sus amigos solían salir algunas noches a hacer snorkel nocturno, no lo ofrecían a sus huéspedes del Royal Inn Rasdhoo, era más un plan de amigos y como tal nos trataron aquella noche, ofreciéndonos la experiencia más increíble que se puede vivir en Maldivas. 

 

El pequeño atolón de Rasdhoo consta de 4 islas y 3 bancos de arena, y es posible encontrar allí una gran cantidad de vida marina y especies tales como tiburones grises de arrecife, atunes de dientes de perro, mantarrayas aguila, rinobátidos o peces guitarra, mantas, delfines, tortuga y hasta tiburones martillo entre otros fascinantes animales.

 

 

 

Sin más herramientas que gafas, tubo, aletas y una linterna, nos tiramos al agua. Ahmed nos explicó como encender y apagar la linterna y que solo ilumináramos hacía arriba en caso de emergencia para que el barco viniera a por nosotros.

Y sin más todo se volvió oscuro y silencioso, la calma de la noche submarina sólo se veía interrumpida por el sonido del acelerado bombeo de mi corazón.

 

Snorkel nocturno

 

 

Como si de un pincel se tratara mi linterna iba pintando con su luz un fondo marino increíble, corales de colores que daban cobijo a todo tipo de peces, muchas más especies, mucho más colorido y movimiento que durante el día. “Por la noche, unos duermen en los corales y otros salen, todo se posa y todo se mueve al mismo tiempo, es sin duda el mejor momento del día para disfrutar de la fauna marina” me dijo Ahmed antes de subir a la barca y estaba comprobando que no podía estar más en lo cierto, aquello solo era otra demostración de que el agua era su medio.

 

 

El temor que me producía que tras de mi solo existiera la más absoluta de las oscuridades, no desapareció del todo, aunque las maravillas que iba viendo modificaron el sonido y el ritmo de mi corazón, la emoción estaba ganándole la partida al temor, aquella imagen del fondo marino era absolutamente espectacular.

 

 

Tortugas marinas en Maldivas

 

Ahmed iluminó suavemente uno de los corales, a cubierto y para evitar ser presa de los depredadores nocturnos había una preciosa tortuga durmiendo, pero con la cabeza y las aletas fuera del caparazón. Era la primera vez que veía una tortuga marina, estaba tan cerca y tan relajada (ella, no yo).  Mis ojos se iluminaron como aquellas linternas cuyo movimiento sacó a la tortuga de su letargo. Los abrió, nos miró y no le dio más importancia, los volvió a cerrar y siguió durmiendo.

 

Otra tortuga que veríamos al día siguiente

 

 

 

 

Nadar con tiburones en Maldivas

Cuando ya parecía estar acostumbrándome al medio, aunque aún con cierta tensión, apareció ante nosotros un majestuoso tiburón de coral, Ahmed lo iluminó con la linterna y él aparentó pasar de largo.
No había pasado mucho tiempo cuando Ahmed nos hizo señales para que apagásemos las linternas, quedando todos sumidos en la oscuridad del fondo marino, con la única excepción de la luz de su linterna. Volví a escuchar el sonido de mi corazón acelerado, seguimos el rastro de su luz y continuamos nadando unos metros más antes de encender de nuevo las linternas.

 

Solo una vez fuera nos explicó que el tiburón llevaba ya un rato nadando en círculos alrededor de nosotros, movimiento que hace cuando sale a cazar y observa una posible presa, era un tiburón de coral, pero tiburón al fin y al cabo.

 

 

 

 Un par de escualos más pasaron por delante de nosotros, aunque no dejaba de rondarme por la cabeza que tras de mi había solo oscuridad, una total ausencia de luz en la noche más oscura del arrecife de coral.

 

 

 Nuestras linternas iluminaron a un precioso pez león que iba en busca de cangrejos, se pasan el día escondidos saliendo a cazar por la noche desplegando todos su colorido y sus aletas altamente venenosas.

 

Pez león

 

 

 A la sublime mantarraya pareció no molestarle nuestra presencia y pasó nadando sin detenerse, con ese movimiento tan elegante que las caracteriza y una morena con cara de muy pocos amigos, esperaba encontrar una buena presa que llevarse a la boca aquella noche. 

 

Mantarraya
 

 

Saqué la cabeza un par de veces para ver donde estábamos exactamente y se veía Rasdhoo a lo lejos, un cielo estrellado y un mar oscuro en calma, nada más.

Después de algo más de una hora y agotada, más por la tensión que por todo lo que nadamos, hicimos luces y el barco vino a buscarnos. Volví a Rasdhoo con la sensación de haber vivido una experiencia absolutamente increíble y se me sigue erizando la piel cada vez que lo recuerdo.

 

snorkel nocturno

 

 

Un año después volvería otra vez a Maldivas, esta vez la isla elegida fue Omadhoo y volví a hacer snorkel nocturno, cerca de uno de los arrecifes de la isla que ya habíamos visitado de día, fue espectacular, no vimos tantos tiburones como la primera vez, las morenas seguían como siempre en busca de su cena, aunque fue la primera vez la que realmente me marcó para siempre.

 

Morena, foto: Royal Inn Rasdhoo

 

A pesar de mis intentos por hacer fotografías, dada la poca visibilidad y los rápidos movimientos, pocas han podido salvarse de aquella noche, pero las imágenes siguen en mi mente con la claridad de haberlo vivido ayer mismo.

 

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Soy Clara, una viajera emocional e intimista.

Cada viaje es un descubrimiento de una parte de mi, conocer otros lugares y culturas ha sido también una forma de conocerme mejor y crecer como persona. ... y cuando vuelves, ves que todo está igual pero tú ya no eres la misma.

También soy comunicadora de viajes en podcast, radio, televisión, charlas, eventos, y he colaborado en diversos proyectos turísticos.

La vida es el auténtico viaje y lo importante es disfrutar de cada etapa del camino, es por ello por lo que Las sandalias de Ulises es un blog de viajes camino a Ítaca.

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