Iván Frankó, el ucraniano más universal, poema los Canteros y El Quijote
En 1856, en Nahuiévychi, en una pequeña aldea al oeste de Lviv nació un hombre que revolucionaría las letras ucranianas para siempre, pero no solo eso, conectó el corazón de los ucranianos con España, como nadie lo ha hecho jamás.
Iván Frankó, fue un poeta, escritor, político y activista que abrió a los ucranianos el mundo de Lope de Vega, Miguel de Cervantes, Calderón de la Barca y Tirso de Molina entre otros. Fue tan importante su influencia en la cultura ucraniana, que incluso una ciudad de Ucrania lleva su nombre, la ciudad de Ivano- Frankivsk, la puerta de entrada a los Cárpatos, a tan solo 141 km de su casa natal.
Siempre digo que me gusta leer sobre un país y a sus autores antes, durante y después de viajar a él, aunque en ocasiones es difícil, ya que no todos los autores están traducidos al castellano. La literatura es una de las mejores formas de acercarse a la cultura local, a la mentalidad y a los sentimientos de un pueblo. Leer sobre su historia, sus escritores, su literatura y su poesía, ayuda a empatizar y entender la carga de su mochila, que en ocasiones, como sucede con Ucrania, la carga es realmente pesada. Ver con sus ojos, desde sus vivencias y no juzgar desde el cristal de nuestras gafas, que como los miopes, con las distancias pierden muchos matices.
Mediante sus traducciones Iván Frankó regaló a sus compatriotas la cultura de los pueblos de Inglaterra, Francia, Alemania y España entre otros, les abrió la mente a otros mundos y realidades y a otras formas de pensar y de entender el mundo. Gracias a él Don Quijote y Sancho Panza recorrían los campos de trigo ucranianos en busca de molinos, mostrándoles a los ucranianos nuestra forma de ver el mundo.
¿Pero conocemos nosotros su forma de verlo, sus pasiones, sus cicatrices y sus anhelos?
Ahora, aunque tarde, parece que empezamos a hacerlo. Por este motivo hoy quiero acercarte uno de sus poemas más importantes, su obra es tan extensa que necesitaríamos tomos para recopilarla toda, pero el poema Kameniari, Canteros de Iván Frankó, es todo un símbolo para el pueblo ucraniano.
CANTEROS
Kameniari
He tenido un sueño extraño. Ante mí se extendían
unos campos inmensos, desiertos, desolados.
Con cadenas de hierro sujeto me tenían
al pie de negra roca. Y hasta la lejanía
veíanse millares de hombres encadenados.
Penas y amarguras cubrían de arrugas las frentes,
pero las miradas ardían con fuego de amor,
mientras las cadenas, cual largas serpientes,
se nos enroscaban al cuerpo inclementes
y nos encorvaba un peso agobiador.
Cada uno empuñábamos un martillo, grande,
y una voz, de arriba, clamaba tonante:
«¡Romped toda la roca! No os amilane
el frío ni el calor. Soportad sed, fatigas, hambre,
pero que caiga toda la roca miserable!»
Como un solo hombre las manos alzamos,
miles de martillos sonaron airados
y miles de esquirlas al aire lanzamos;
con fuerzas de ira, furiosos golpeamos.
Rompían la testa de piedra nuestros martillazos.
Aquel martilleo tenía fragor de cascada,
estruendo de duro y sangriento combate,
pero, paso a paso, la gente avanzaba,
y aunque muchos nuestros allí se quedaban,
¡nadie ya podía parar nuestro embate!
Todos bien sabíamos que honores no habría,
ni humo recuerdo del terrible esfuerzo,
mas todos los hombres avanzar podrían,
si el camino abríamos con furia y porfía,
dejando en las piedras nuestros propios huesos.
Ninguno los laureles ni la gloria buscábamos,
nadie se imaginaba ser héroe o titán.
Las pesadas cadenas voluntarios llevábamos
haciéndonos esclavos de nuestra voluntad,
canteros que le abríamos camino a la verdad.
Estábamos seguros de que la roca se rompería,
de que a nuestros golpes el granito cedería.
La sangre y los huesos nuestros firme camino abrirían
por el que con certeza, tras nosotros, vendría
una vida nueva, luz de un nuevo día.
Sabíamos también que en la tierra lejana,
–para pasar tormentos, un día abandonada–
nuestras madres, mujeres e hijos vertían lágrimas
y que amigos y enemigos con ira nos censuraban
maldiciendo nuestros esfuerzo y nuestra causa.
Sabíamos todo eso. Más de una vez, dolía el alma
y el fuego de la amargura el corazón abrasaba.
Mas ni el dolor ni la pena que el cuerpo martirizaban,
Ni las viles maldiciones nos apartaban en nada
de nuestra empresa: los martillos, incesantes,
golpeaban.
Y seguimos adelante, en mole compacta unidos,
y adelante seguiremos empuñando los martillos.
Aunque el mundo nos olvide, aunque seamos maldecidos,
abatiremos la roca, la verdad tendrá camino,
y sobre los huesos nuestros, vendrá, para todos,
un feliz destino.
Iván Frankó es un símbolo nacional en Ucrania, fue junto a Tarás Shevchenko, una de las personalidades más influyentes en la configuración de la nación política ucraniana.
Él entendió como nadie que la literatura tendía puentes, por ello tradujo al ucraniano obras de escritores rusos, alemanes, croatas, ingleses y españoles, entre otros muchos. A él le debemos que el Quijote sea tan conocido en Ucrania, que los ucranianos sepan leer y entender nuestra ironía y nuestro humor y conecten con nosotros de forma fácil y sencilla. Es muy probable que su carácter abierto y amable también ayude mucho.
Frankó dejó tras de sí más de 6.000 obras, obras de la literatura ucraniana, pero también obras universales, que nos ayudan a entender los sentimientos de un pueblo, que hoy revive los fantasmas de un pasado, que a nosotros nos parecía lejano, pero a ellos no tanto.
Iván Frankó, el ucraniano universal, los Canteros y El Quijote | Marzo 2022 | Las sandalias de Ulises
Soy Clara, una viajera emocional e intimista.
Cada viaje es un descubrimiento de una parte de mi, conocer otros lugares y culturas ha sido también una forma de conocerme mejor y crecer como persona. ... y cuando vuelves, ves que todo está igual pero tú ya no eres la misma.
También soy comunicadora de viajes en podcast, radio, televisión, charlas, eventos, y he colaborado en diversos proyectos turísticos.
La vida es el auténtico viaje y lo importante es disfrutar de cada etapa del camino, es por ello por lo que Las sandalias de Ulises es un blog de viajes camino a Ítaca.