¿La cervecería más grande de Austria? Augustiner Brau, el alma de Salzburgo
El sonido del crujir de las hojas del otoño bajo mis pies había dejado de escucharse, tras esa puerta que parecía llevar a ninguna parte había otra Salzburgo.
Al abrirla aparecieron ante mí unas escaleras infinitas y un sonido que nada tenía que ver con el movimiento de las hojas por el viento, ni con las sinfonías de Mozart, pero que era tan propio de Salzburgo como lo eran las piezas del compositor. Un bullicio que venía desde lo más hondo.
Sus ojos azul grisáceo brillaban con intensidad, desde lo más profundo del alma, transmitiendo una mezcla de nostalgia y emoción, aquel lugar era sin duda muy especial para ella.
Bajamos las escaleras, el bullicio se hizo cada vez más y más intenso, aquellos sonidos eran conversaciones entremezcladas en alemán de las que yo nada entendía.
Al llegar al final de las escaleras se abrió ante mí un comedor infinito, lleno de largas mesas de madera en las que la gente hablaba animadamente mientras sujetaban en sus manos las pesadas jarras cuyo contenido daba sentido a todo aquello.
El olor a comida activó mis papilas gustativas como el sonido de la campana hacía con el perro de Pavlov. Me asomé al pasillo a ver de dónde provenía aquel delicioso perfume. Junto al gran salón había un largo pasillo lleno de puestos de comida casera, desde pretzels a codillo, cocinados allí mismo. Además de saciar la sed, de allí era imposible salir con hambre.
Los salones de tamaños muy distintos estaban conectados entre sí a modo de laberinto en el que no era tan difícil perderse, cosa que a mí me sucede con bastante facilidad. Curioso mi instinto viajero que adolece del sentido de la orientación.
Me acerqué dónde estaba ella, parecía absorta en sus pensamientos, no cabía duda de que aquel lugar le traía muchos recuerdos. Se giró suavemente, un mechón de su pelo rubio como la cerveza que desde el Siglo XVI elaboraban allí los agustinos le cayó sobre el rostro. Sus ojos se posaron suavemente en los míos, “aquí guardaba mi padre su jarra”, me dijo con la voz dulce que la caracteriza, mientras se acercaba al armario de madera del fondo de la gran sala.
Me aproxime a aquel armario, hoy cerrado bajo llave, a través de sus rendijas pude ver su interior que a modo de tesoro guardaba unas jarras. Parecían estar esperando a que llegara el día en el que volvieran a hacer su aparición en escena, y poder acoger en su interior el oro líquido que había reunido allí a los salzburgueses generación tras generación.
Al fondo, no muy lejos de aquel armario había una gran mesa de madera, hoy vacía, un rincón de la gran sala que parecía ajeno al bullicio que la rodeaba. Cómo si se tratara de un rincón sagrado, era el lugar en el que cada jueves durante cuarenta años se reunía él con sus amigos.
Sus ojos claros brillaban cada vez más intensamente, como lo hacía el cielo de Salzburgo esa mañana, aquel lugar era mucho más que la cervecería más grande de Austria, un pedazo de su corazón pertenecía a ese lugar. Del mismo modo que el de muchos de los salzburgueses que habían convertido la Augustiner Brau en su lugar de encuentro favorito, pasando esta tradición de padres a hijos.
Aquella cervecería con capacidad para 2500 personas, entre los múltiples salones y el gran jardín, albergaba en su interior el alma de Salzburgo.
Unas pequeñas placas metálicas en las paredes junto a las mesas indicaban si alguien la tenía reservada un día concreto de la semana. El ritual era sagrado, ese día pasara lo que pasará, amigos, compañeros o miembros del club que fuera, paraban sus relojes para disfrutar de su tarde de encuentro hasta la hora del cierre.
“Mi madre preparaba una comida deliciosa, la traía y se la comían aquí con sus amigos”, me dijo tras darle un pequeño sorbo a su jarra de cerveza.
Además de comprar comida en los puestos está permitido traer tú comida mientras disfrutas de una cerveza tras otra y de algo si cabe más importante aún, de la compañía.
La cervecería fue fundada en 1621 por los monjes agustinos quienes inicialmente vendían su cerveza a las puertas del monasterio, luego con el tiempo pasaron a venderla en posadas que abrieron para tal fin.
El monasterio que es hoy la cervecería, estuvo en manos de los agustinos hasta 1818, año en el que se extinguió la orden en Salzburgo. Durante un tiempo fue utilizado como cuartel hasta que en 1835 pasó a manos de los benedictinos de Michaelbeuern.
El tiempo parece correr de otra forma en aquel lugar, como si se hubiera detenido por completo, la cerveza se sigue fabricando de forma artesanal desde hace más de 400 años, solo con malta, agua, lúpulo y levadura, sin ningún aditivo.
Es posible ser testigo de todo este proceso, ya que existen visitas guiadas a la cervecería en las que se muestran seis etapas del proceso de producción de cerveza: la sala de cocción , la nave de enfriamiento , la bodega de fermentación con tanques de fermentación abiertos, el almacenamiento, filtro y bodega en barriles que aún son de madera.
La cerveza es tan casera que no se puede comercializar. Solo se puede consumir allí mismo, Augustiner Brau es sin duda la materialización del instante presente, disfrutar de tu cerveza como de esos momentos especiales que nunca vuelven.
La cerveza, como la propia naturaleza de Salzburgo nos indica mucho más que el cambio de estación. Según la temporada, allí se sirve cerveza de Cuaresma y cerveza de Navidad , así como cerveza de marzo durante todo el año .
Su presencia sigue allí, su recuerdo imborrable permanece entre sus paredes, que testigos de aquellas tardes interminables guardan en su interior sus conversaciones, que sin faltar jamás a la cita, tenían lugar cada semana.
Hoy, no muy lejos del que era su lugar favorito, él contempla el ir y venir de la gente a su querida Augustiner Brau, allí, desde el cementerio que da a la puerta trasera, la entrada secreta que solo los locales conocen.
Al salir vuelvo a escuchar el sonido de las hojas que ahora parecen susurrarme algo al oído, ¿en alemán quizá?, mientras caen de los árboles hasta el suelo cubriendo como un manto dorado el jardín de la cervecería.
Ya de vuelta a casa abro la puerta del armario de la cocina, al fondo, una jarra con formas redondeadas, color arena y con Augustiner Brau escrito en letras azules, parece querer decirme alguna cosa. Que hay vivencias que son imposibles de olvidar.
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Ya no es necesario ningún requisito Covid para viajar a Austria, la entrada a viajeros está totalmente abierta, aunque te recomiendo que antes de viajar consultes la web de la compañía aérea, de la Embajada de Austria y del Ministerio de Asuntos Exteriores.
Cómo viajar a Salzburgo
La ciudad de Salzburgo se encuentra en el corazón de Austria y se puede llegar a ella fácilmente de muy distintos lugares.
Vuelo a Salzburgo
El aeropuerto de Salzburgo es bastante pequeño con lo que no todas las compañías aéreas tienen vuelos directos a la ciudad.
Viajar a Salzburgo desde Viena
La ciudad de Viena tiene uno de los aeropuertos mejor conectados de Europa y desde la misma terminal sin salir del aeropuerto está la estación de trenes que te puede llevar a cualquier rincón de Austria.
Viajar en tren desde Viena a Salzburgo
Nada más bajar del avión y recoger la maleta sin salir de la terminal se encuentran el andén en el que se puede coger un tren con destino a Salzburgo.
El trayecto en tren desde Viena hasta Salzburgo dura tres horas y el paisaje es una maravilla. Los ÖBB , los trenes nacionales austriacos tienen Wi-Fi gratuito y menú de muy buena calidad
Viajar a Salzburgo desde Munich
Otra opción muy cómoda para llegar a Salzburgo es hacerlo desde la ciudad alemana de Múnich ya que se encuentran apenas a hora y media de distancia de la ciudad de Mozart.
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¿La cervecería más grande de Austria? Augustiner Brau, el alma de Salzburgo | Diciembre 2022 | Las sandalias de Ulises
Soy Clara, una viajera emocional e intimista.
Cada viaje es un descubrimiento de una parte de mi, conocer otros lugares y culturas ha sido también una forma de conocerme mejor y crecer como persona. ... y cuando vuelves, ves que todo está igual pero tú ya no eres la misma.
También soy comunicadora de viajes en podcast, radio, televisión, charlas, eventos, y he colaborado en diversos proyectos turísticos.
La vida es el auténtico viaje y lo importante es disfrutar de cada etapa del camino, es por ello por lo que Las sandalias de Ulises es un blog de viajes camino a Ítaca.