Viena, una carta de amor
Tengo un nudo en el estómago, ¿mariposas quizá? ¿o plumas de Papageno? Me muero por verte de nuevo. No quería confesarlo, me hace sentir vulnerable, pero de nada serviría ocultarlo, se me nota en la mirada, ya sabes que mis ojos no mienten nunca.
Qué bonita eres, aunque lo que más me gusta de ti no es tu belleza, que la tienes y mucha, es tu atractivo, ¡tienes tantos! Eres interesante y culta, eres arte y eres música, tan clásica como moderna, nunca dejas de sorprenderme, eres tan inagotable que necesitaría cientos de vidas para descubrir cada una de tus facetas y recorrer todos tus recovecos. Me envuelves y me transportas a otros tiempos. Qué fácil es estar contigo, aunque soy consciente de que no soy la única que se siente así entre tus brazos, sé que no eres solo para mí, mereces ser compartida. Cuántos sentirían lo mismo si te conocieran, no dejas a nadie indiferente.
Sabías que volvería, a Viena siempre se vuelve, eso también lo sabía Beethoven. Espero que mi temblor de manos no me delate, estoy tan nerviosa como la primera vez que te vi y de eso hace ya 15 años. Llovía tanto como la noche en que murió Mozart, poco le faltaba al genio para cumplir mi edad cuando se apagó su luz aquel fatídico día. No pudo ni terminar el Requiem, no era consciente cuando aceptó el encargo de que aquel sería el suyo propio.
Quizá una tarta y un café en una cafetería con encanto, como lo son todas, sea un buen plan para retomar viejas conversaciones. Ya sabes mi perdición por el dulce, ¿una Sacher?, contigo no podría ser de otra forma. Aunque se me hace la boca agua con solo pensar en saborear un strudel recién hecho. Estoy de acuerdo contigo, qué mejor que compartirlos.
Qué dulce eres, no me tientes más, sabes que no podré resistirme a tus encantos y acabaré abriendo el envoltorio rosa. Esas notas inconfundibles de cacao y avellana, que solo Manner sabe crear, recorrerán mis papilas gustativas como si fueran un ballet de Ludwig Minkus, mientras el café baña mis labios, como el río Wien a su llegada al Danubio, sin poder evitar que la nata embadurne la punta de mi nariz. No me mires así, que me sonrojo.
¡Cómo no iban a declarar a tus cafés frecuentados por Gustav Klimt, Sigmund Freud, Lev Trotsky, Otto Wagner o Gustav Mahler, entre otros artistas y escritores, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO!
Ch’io mi scordi di te? Cómo podría olvidarte, ¡dudo que alguien pueda! ne cangiar puo terra o cielo quel desio che vive in me. ¿Podría ser amor? Ja, ja, die Liebe ist’s allein.
No solo el genio de Mozart me recuerda a ti, aunque escuchar cada una de sus arias me eriza la piel y hace que mi cuerpo vibre como las cuerdas de un violín. Como uno de esos de incalculable valor que se encuentran expuestos como un tesoro en el Kunsthistorische Museum.
Dicen que todas las relaciones tienen una canción con la que se identifican. No creo en las etiquetas y tú tampoco, tú no puedes encasillarte en una sola melodía. Música es tu segundo nombre y uno de los rasgos más característicos de tu personalidad. Se escucha, se respira y se siente con los cinco sentidos, aunque tienes muchos dones más.
Mozart, Haydn, Beethoven, Schubert, Strauss… sus vidas no tendrían sentido sin ti, ni tú sin ellos. Cuántos murieron en tus brazos habiéndotelo dado todo. Y a cuántos nos sigues poniendo la piel de gallina con solo escuchar unas pocas notas de sus partituras.
Pero tus regalos no acaban ahí. Me encanta cuando coges el pincel y fluyen tus sentimientos más profundos. No hay mayor placer que perderse por las galerías de tus museos, el Albertina, el Belvedere, el Leopold… Dejándose llevar por los sensuales dorados de Gustav Klimt o el erotismo de Schiele, rompedor aún a día de hoy. Pero también por los colores de Picasso, la delicadeza de Renoir o la luz de Monet, tan cambiante como tus estaciones, además de por los intensos y profundos ojos de ese Napoleón a caballo de Jacques-Louis David, (que me disculpe Josefina).
Los convencionalismos nunca fueron contigo. “A cada tiempo su arte, y a cada arte su libertad”, arte total, eso eres tú.
Curvas sinuosas, estás llena de ellas, las mismas que inspirarían a Hundertwasser a la hora de diseñar sus edificios en los que todo cabe excepto las líneas rectas. Cuántos genios han respirado tu aire y te han pintado de mil colores.
Por desgracia tu belleza no pudo hacer feliz a todos. No te castigues, tú no fuiste la culpable de las desdichas de Sisí. Qué gran mujer, bella, fuerte e inteligente, adelantada a su tiempo y en lucha constante contra el estricto protocolo de palacio.
Palacios incontables, como los hijos de María Teresa de Austria, una de las mujeres más poderosas de la historia. No todos correrían la misma suerte, María Antonieta especialmente.
Aunque para suerte la mía por volverte a ver. No se lo digas a nadie pero he de confesar que he soñado contigo muchas veces, en algunas no entiendo lo que quieres decirme, el alemán no es lo mío. Quizá Freud podría revelar los mensajes de mi subconsciente, me pasaré por su casa, pero no me quiero sentar en su diván, aún no. Mi Ello, Yo y Súper yo, parecen haber encontrado su delicado equilibrio.
Pero mis sentimientos por ti no se encuentran tan ocultos, están a flor de piel, tan imposibles de silenciar como el verde intenso de los jardines de Schönbrunn, en cuyo salón de espejos puedo ver todos los reflejos de mi ser desde muy distintos prismas. Hay tantos yos como Vienas en ti.
El frío invierno testigo de nuestro último encuentro ha dado paso ahora al estío. Interminables horas de sol y vida, tantas como las pandemias que has superado, de esta también te has sobrepuesto, tal y como se volvería a levantar tu ópera de nuevo tras los bombardeos aliados. Fidelio ha vuelto a sonar.
Solo me queda decirte que esperaré a que caiga el sol y el cielo se torne cobrizo para vestir mis mejores galas, cogerte de la mano y que los pies hagan el resto, bailando un vals junto al Danubio, tan caudaloso como azul, Donau so blau, so schön und blau.
Sellando mi amor por ti con un beso, no como el beso de Gustav Klimt, sino como el beso pasional, también obra del inigualable maestro, que cierra el Friso de Beethoven, mientras suena a lo lejos el Himno de la Alegría.
Du findest, wohin du magst zieh’n,
ein zweites Wien nicht mehr!
A donde quiera que vayas, ¡no encontrarás otro lugar como Viena!
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Viena, una carta de amor | Agosto 2020 | LAS SANDALIAS DE ULISES
Soy Clara, una viajera emocional e intimista.
Cada viaje es un descubrimiento de una parte de mi, conocer otros lugares y culturas ha sido también una forma de conocerme mejor y crecer como persona. ... y cuando vuelves, ves que todo está igual pero tú ya no eres la misma.
También soy comunicadora de viajes en podcast, radio, televisión, charlas, eventos, y he colaborado en diversos proyectos turísticos.
La vida es el auténtico viaje y lo importante es disfrutar de cada etapa del camino, es por ello por lo que Las sandalias de Ulises es un blog de viajes camino a Ítaca.