Las despedidas, adiós a mi maleta de viaje

Tiempo de lectura: 4 min

 

Las despedidas, adiós a mi maleta de viaje

 

Visualizamos las despedidas como un beso desde la ventanilla de un vagón de tren, lanzando cintas de papel desde un gran buque, o manteniendo la mirada hasta inevitablemente perdernos de vista en un aeropuerto. Pero las hay más discretas y silenciosas. Las hay repentinas y dolorosas, y también las hay previsibles e inevitables.

 

 

Viajar nos enseña a soltar

 

 

Viajar nos muestra la impermanencia de las cosas y nos saca de nuestra zona de confort, del espacio conocido que, ilusos, creemos inamovible.
Cuando comenzamos un viaje quizá aún no somos conscientes de que ya no seremos los mismos, la persona que vuelva no será la misma que la que se fue.

 

Paisajes de Uzbekistán

 

Quizá vuelvas o quizá tus ojos no vuelvan a ver aquellos lugares y personas jamás, pero si lo haces, sabes que nunca será igual, porque esa persona que llegó, ya no existe. Tú no eres la misma persona y ese es sin duda el mejor regalo del viaje.

Todo viajero sabe que debe marchar algún día. El viaje de la vida debe seguir su curso.

 

Outback, Australia

 

¿Pero cómo te despides de una maleta?

 

Hacía tiempo que sabía que no volvería a viajar con ella. De hecho hacía meses que había comprado una sustituta, una irresistible oferta tres en uno.
Me resistía a hacerlo, pero era consciente de que ya no podía cumplir su función como antes.

Su ligero chasis color plata estaba lleno de rasguños, testimonio de la gran cantidad de aeropuertos y controles de seguridad que habíamos recorrido juntas.

 

 

 

Sus cuatro ruedas funcionaban perfectamente y cuando estaba medio vacía, cómo solía siempre viajar a la ida, era cómoda y sencilla de levantar.
Pero en uno de nuestros viajes, perdió una de sus asas principales, sin remedio alguno. Seguía conservando una central, pero me resultaba sumamente costoso levantar todo su peso cuando estaba algo más llena. Y necesitaba poder depender de mí misma.

 

Aún con sus limitaciones, habíamos vuelto a viajar juntas en varias ocasiones, me resistía a deshacerme de ella después de todo lo vivido. Era la maletas más ligera y cómoda que había tenido nunca y aún recordaba a la perfección el lugar en el que nos habíamos visto por primera vez.

 

Tras cada largo viaje, levantarla y subirla por las escaleras llena de objetos y recuerdos, era cada vez más complicado y difícil. Era triste, pero ambas eramos conscientes de que no podíamos seguir viajando así. Nuestros caminos debían separarse irremediablemente.

 

 

 

 

Opté por darle otras funciones más caseras como llenarla con otros objetos y ropa de otras estaciones o temporadas. Pero llegaron las nuevas maletas, que como matrioskas iban unas dentro de otras y me vi rodeada de maletas de todos los tamaños. Demasiadas cosas en tan poco espacio y el apego a las cosas y recuerdos, no nos permite ser libres.

 

cadenas

 

La gran mayoría de mis últimos viajes, a Arabia Saudí, a Kuwait, a Marruecos, a Armenia y Georgia, a Túnez y por Europa, habían sido con una simple mochila de cabina. Ella se había quedado en casa, pero sé que lo entendía, llevar una maleta grande no me permitía hacer varias escalas con compañías low cost y recorrer tantos kilómetros en transporte público.

 

La mochila era infinitamente más cómoda, aunque me permitía también comprar muchas menos cosas. Me invitaba a seguir practicando el desapego.

 

 

Desierto, Omán

 

 

 

Historias de una maleta

 

Qué momentos aquellos forcejeando con la maleta para poder meter la alfombra persa comprada en Isfahan. O durmiendo sobre ella en muchos aeropuertos como el de Teherán, en Irán, esperando mi vuelo a la ciudad santa de Masshad, o en el de Tashkent, en Uzbekistán, esperando mi vuelo a Khiva, para iniciar la ruta de la Seda.

 

 

Khiva al atardecer

 

 

 

O cuando en mi viaje a Omán, Hamood la levantó sorprendido “¿Clara, qué llevas en la maleta?, no pesa nada!”.

 

Hamood

 

 

O también cruzando la frontera terrestre de Senegal a Gambia, cuando dos policías gambianos de particular me hicieron abrirla en busca de medicamentos sin receta. Gracias a mi diplomacia la revisión fue mucho más breve de lo esperado.

 

Frontera terrestre de Senegal con Gambia

 

O a mi llegada al aeropuerto de Valencia, cuando me dio un vuelco el corazón al ver que el candado había desaparecido y la maleta había sido abierta… por el servicio de seguridad del aeropuerto de Orlando. Al menos tuvieron el detalle de dejar un papelito oficial en el que comunicaban que mi maleta había sido abierta y revisada por dentro.

 

Aeropuerto de Valencia

 

 

Cuantos países y aeropuertos habíamos recorrido juntas. ¡Cuántas historias y momentos vividos!
Las entrañas del aeropuerto de Estambul las conocía a la perfección, cuando el destino me permitía volar con Turkish Airlines, siempre viajábamos juntas.

 

Volando sobre las nubes

 

 

Me había acompañado en muchos de mis viajes sola, a Estados Unidos, a Omán, a mi viaje a Uzbekistán, a Irán, e incluso a la Antártida, entre muchos otros lugares, ¡pocas maletas en el mundo pueden decir que han viajado a la Antártida y han cruzado el temido Pasaje de Drake!

 

Hielos de la Antártida

 

 

Un gran lazo rojo me ayudaba a distinguirla entre las demás maletas color plata de la cinta de recogida de los aeropuertos, Pero lo que si la hacía única era la pegatina verde de la región austriaca de Graz. “¡Clara, tu maleta es inconfundible, ¡quien lleva esa pegatina en su maleta!”, me dijo Cris en su último viaje a Salzburgo.

 

 

Salzburgo

 

 

 

 

Soltar lo viejo para que entre lo nuevo

 

Era consciente de que nuestros caminos tendrían que separarse en algún momento. Pero no sabía que iba a ser hoy su último día. Es inútil postergar lo inevitable.

 

Hay que saber decir adiós, si no soltamos lo viejo, no podemos dejar espacio para que entre lo nuevo en nuestra vida.

 

Dejar ir es soltar un peso y nuestra mochila (o maleta) vital ha de ser lo más ligera posible.

 

El orden da paz mental y cerrar capítulos mucho más, así que tras ordenar muebles y cajones, tirar papeles y organizar armarios, la he mirado de reojo y sin dejarme llevar por la nostalgia, he tenido claro que hoy era nuestro ultimo día juntas.

 

Cerrar puertas, Omán

 

 

La he abierto por última vez, he mirado cada uno de los recovecos de su interior en busca de algo olvidado y sin querer dejarme llevar por los recuerdos hemos bajado juntas a la calle.

 

Mientras tiraba el resto de la basura, la he dejado a cierta distancia junto al contenedor.
Me he alejado ligeramente para poder verla de frente y despedirme de alguna forma de ella, dándole las gracias por todo lo vivido. La gratitud es una de las claves de la felicidad.

 

 

 

 

Pero no me ha dado tiempo a acabar de hacer el recorrido mental por todos nuestros viajes. Desde el otro lado de la calle, una adolescente ha salido corriendo, “¡mamá, una maleta!”, le ha gritado a su madre que iba con ella. Se ha puesto a darle vueltas buscando si alguien se la había dejado olvidada.

 

Me he vuelto a aproximar y le he dicho: “es mía, llévatela si quieres”.
“¡Muchísimas gracias!”, me ha contestado sonriente y enérgica. Y rápidamente ha cruzado la calle hasta su madre arrastrando la que hasta en ese momento era mi maleta de viaje.

 

Me ha invadido desde lo más profundo una sensación de felicidad, por su nueva vida, por haberla dado en adopción y no haberla abandonado en la calle después de tanto tiempo compartido.
La chica estaba contentísima con el hallazgo y yo también por ambas, porque sé que le darán una nueva vida.

 

He vuelto a casa con cierta nostalgia, pero sonriente, porque un final siempre significa un nuevo comienzo.

 

Desierto camino de Abu Simbel

 

 

 

 

 

Las despedidas, adiós a mi maleta de viaje | Febrero 2024 | Las sandalias de Ulises

 

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Soy Clara, una viajera emocional e intimista.

Cada viaje es un descubrimiento de una parte de mi, conocer otros lugares y culturas ha sido también una forma de conocerme mejor y crecer como persona. ... y cuando vuelves, ves que todo está igual pero tú ya no eres la misma.

También soy comunicadora de viajes en podcast, radio, televisión, charlas, eventos, y he colaborado en diversos proyectos turísticos.

La vida es el auténtico viaje y lo importante es disfrutar de cada etapa del camino, es por ello por lo que Las sandalias de Ulises es un blog de viajes camino a Ítaca.

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Fernando
11 meses antes

Qué bonito! 🙂 Me gusta eso de que viajar nos enseña a soltar. A mí me pasa algo parecido cuando llega el momento de “jubilar” el calzado de montaña…

Isabel umbert Millet
Isabel umbert Millet
11 meses antes

tu artículo sobre la maleta lo he encontrado fantástico. yo como tú he recorrido los mismos países pero nunca le agradecí a mi maleta el peso que puse en ella. botellas de vino, jamón, libros, cigarrillos, medicinas etc, ect.
un abrazo amiga viajera
isabel