Visitar el Museo del Prado, un viaje al alma del arte
Hoy nos hemos vuelto a cruzar, no lo habíamos hecho desde aquel día que te vi por primera vez y se me ha vuelto a hacer un nudo en el estómago, exactamente como aquel día y de esto hace más de 20 años ¿Cómo he podido tardar tanto en venir a verte?
Volvía a tener frente a mi uno de esos cuadros que marcan el alma a fuego, en él Dios sujeta con sus brazos a un Jesucristo yacente, mientras el espíritu Santo ilumina la escena llena de ángeles.
Hoy te hablamos de...
- 1 Visitar el Museo del Prado, un viaje al alma del arte
- 1.1 El Greco en el Museo del Prado
- 1.2 Cuadros del Museo del Prado
- 1.2.1 Bruegel el viejo en el Prado
- 1.2.2 El descendimiento de Rogier van der Weyden
- 1.2.3 La Anunciación de Fra Angelico
- 1.2.4 Durero en el Prado
- 1.2.5 Juan de Juanes en el Prado
- 1.2.6 Doña Juana la loca de Francisco Pradilla
- 1.2.7 Joaquín Sorolla en el Museo del Prado
- 1.2.8 El Cid de Rosa Bonheur
- 1.2.9 Goya en el Museo del Prado
- 1.2.10 Velázquez en el Prado
- 1.2.11 Cómo visitar el Museo del Prado
- 1.2.12 Artículos relacionados:
El Greco en el Museo del Prado
La Trinidad de El Greco
La Trinidad, fue el primer encargo que recibió el Greco al llegar a España. Y desde aquel día Doménikos Theotokópoulos no ha dejado de ser uno de mis pintores favoritos. Nadie como él le daba ese ángulo a los rostros.
Tal y cómo hiciera en su casa en Toledo, perderme entre sus cuadros en el Museo del Prado es un placer cómo pocos.
El caballero de la mano en el pecho
No puedo resistirme a buscar el inquietante rostro de este óleo sobre lienzo, no muy lejos de la Trinidad se encuentra el que es sin duda uno de sus cuadros más emblemáticos.
¿Qué oculta esa intrigante mirada? Cinco siglos después aún nos seguimos haciendo la misma pregunta, y puede que jamás tenga respuesta, es un secreto que quedará para siempre entre el caballero y el pintor, solo el Greco lo sabe, como tantas otras cosas.
¡Si los cuadros pudieran hablar! Aunque de alguna forma sí lo hacen.
Recorro los pasillos del Museo del Prado llenos de obras de arte de incalculable valor, pero hay algo que llama mi atención más allá de los cuadros, observo con detenimiento a la gente. Nadie intenta fotografiar los lienzos, no veo por ningún lado personas amontonadas tratando de sacar una instantánea de ninguna de las obras. En el Museo del Prado está prohibido hacer fotografías, esto es sin duda un regalo que invita a vivirlo con más intensidad, a disfrutar de cada pincelada, a dejarse llevar y capturar los detalles con la mirada, retenerlo en la memoria y no almacenar fotografías de todo en nuestros dispositivos.
El Museo del Prado es una experiencia y como tal hay que vivirla con los cinco sentidos. Mi piel erizada constantemente era una confirmación de ello.
Con un mapa me dispongo a recorrer cada una de las salas en busca de todos los tesoros que alberga una de las mejores pinacotecas del mundo.
El jardín de las delicias de El Bosco
Que ganas tenía de ver en directo cada uno de los detalles de este cuadro tan mágico como inquietante, no cabe duda de que este jardín de El Bosco es único.
Un falso paraíso entregado al pecado de la lujuria, placeres y orgías de pecado a las que les espera el duro castigo del infierno, es tan bonito como enigmático. Su precioso colorido esconde un mensaje pesimista, el castigo, después de pecar llegará el momento de pagar por ello.
No puedo creerme que todo eso esté sucediendo frente a mí, no me quiero ir, quiero retener en mi memoria cada uno de sus detalles y conservarlo para siempre en mi retina, El Jardín de las delicias es un cuadro único.
Pero no es el único cuadro de El Bosco que hipnotiza, mi ojos se fijan ahora en el Tríptico de la Adoración de los Magos, del interior de la cabaña asoma una misteriosa figura, se dice que se trata del Anticristo.
Junto a él otra inquietante obra, El carro de heno, dedicado al pecado y a sus consecuencias. Es la representación de la humanidad arrastrada por el pecado encarnado en el carro de heno, una metáfora de origen bíblico qué hace referencia a las cosas terrenales.
No puedo negar que los cuadros de El Bosco son todos fascinantes.
Conforme voy adentrándome en las salas se me eriza más y más intensamente la piel y un escalofrío recorre mi espalda.
Cuadros del Museo del Prado
Es imposible asimilar la belleza de todas y cada una de las obras de arte del Prado, la magnificencia de todo aquello te rodea hasta dejarte completamente aturdido.
Bruegel el viejo en el Prado
El triunfo de la muerte
Esta obra me fascina, la muerte lo invade todo, reyes, plebeyos, el coro….nadie puede escapar al ejército de la muerte, ni a su guadaña que golpea a todos los hombres sin piedad ni distinción, la muerte triunfando sobre las cosas más mundanas.
Junto a él, también de Bruegel, el vino de la fiesta de San Martín, adquirida por el Museo del Prado a finales del 2010.
El descendimiento de Rogier van der Weyden
Por mucho que lo veas en fotos, no hay nada comparable con ver El descendimiento de Rogier van der Weyden en directo. En él José de Arimatea, Nicodemo y un ayudante sostienen el cuerpo de Cristo mientras María, pálida y gris, se encuentra desmayada en el suelo y sostenida por San Juan y por una de las santas mujeres.
Las figuras en relieves y colores parecen tener vida propia.
Aun asimilando la belleza de todo lo que estoy viviendo, entro en otra sala, unos destellos dorados me atraen como una polilla hacia la luz.
La Anunciación de Fra Angelico
Las alas del ángel parecen querer salirse del cuadro, no puedo dejar de mirarlas, las plumas doradas con su delicado relieve están listas para moverse en cualquier momento, me cuesta creer que no sean reales.
Tras salir del trance que me provoca el aleteo inexistente veo a Adán y Eva mientras son expulsados del paraíso. Es difícil expresar con palabras lo que se siente al ver esta obra de Fra Angelico, pura belleza.
Durero en el Prado
Durero fue de aquellos pocos pintores que pudo presumir de su éxito en vida, en su autorretrato refleja su estatus de gran artista italiano, millonario y reconocido, se presenta ante nosotros como el caballero elegante que era.
Fue tal su éxito que creo su propio logotipo con el que firmaba los cuadros.
Es imposible describirlas todas, cada obra del Museo del Prado es una joya, un tesoro de incalculable valor, me siento tremendamente afortunada de poder estar frente a cada una de ellas. Visitar el Museo del Prado es un regalo para el alma.
Juan de Juanes en el Prado
El Salvador con la Eucaristía entre Melquisedec y Aarón
Frente a El Salvador con la Eucaristía entre Melquisedec y Aarón hay un chico con un papel y un lápiz, con los trazados del carbón va dibujando lo que ven sus ojos. Me parece una imagen tan mágica, de cuantas formas se puede sentir el arte.
Esta obra formó parte del tabernáculo del retablo mayor de la iglesia de la Natividad de la virgen en la Font de la Figuera Valencia.
La última Cena de Juan de Juanes
Para este óleo sobre tabla, Juanes se inspiró en la última Cena de Leonardo da Vinci, pero no puedo evitar emocionarme, el cáliz que está sobre la mesa es el Santo Cáliz que se custodia en la catedral de Valencia, el cáliz en el que Jesús celebró la eucaristía ,el Santo Grial.
Doña Juana la loca de Francisco Pradilla
Con su mirada perdida Juana I de Castilla contempla el féretro de Felipe mientras recorre Castilla en su travesía para llevar el cuerpo de su esposo hasta Granada.
Juana, la reina más injustamente tratada por la historia.
¿Estaba Juana tan loca como dicen?
No muy lejos de ella está su madre, Doña Isabel la Católica dictando su testamento, obra de Eduardo Rosales.
Joaquín Sorolla en el Museo del Prado
Y como no podía ser de otra forma la luz de las salas me conduce hasta Sorolla que con su mirada intrigante sostiene un pincel en la mano. Nadie como él supo reflejar la luz del Mediterráneo aún en Madrid, lejos de su querido mar.
Los chicos en la playa de Joaquín Sorolla.
Y por fin tenía frente a mí ese cuadro que tantas veces había visto en forma de láminas y cuya luz veía y vivía todos los veranos, las olas del mar y los reflejos del sol en la piel de esos niños.
El Cid de Rosa Bonheur
Y ante mi aparece ahora el famoso león, por fin puedo contemplar, El Cid, el óleo sobre lienzo de Rosa Bonheur, que había permanecido oculto 140 años y que gracias a una petición en Twitter está ahora a la vista de todos.
Un león que evoca la libertad, la insumisión y la valentía.
Goya en el Museo del Prado
Recorriendo los pasillos infinitos llego hasta la sala 67 donde me adentro en los mundos más oscuros de Francisco de Goya.
La luz de la sala se ha vuelto tenue y oscura, tanto como las propias pinturas de Goya, oscuridad no solo en color sino en lo que plasman cada una de las escenas.
El Santo oficio, el aquelarre, dos viejos comiendo cuyas terroríficas miradas parecen estar perdidas, la romería de San Isidro… mientras permanezco en aquella sala, un escalofrío me recorre la espalda.
Duelo a garrotazos y por supuesto Saturno devorando a su hijo, un cuadro icónico dentro de las pinturas negras
Poco a poco vuelve a hacerse la luz en los cuadros de Goya, contemplo ahora a Fernando VII, el rey que vendió España a Napoleón Bonaparte y el que está considerado el peor rey de España, sin duda épocas turbulentas qué Goya supo plasmar como nadie.
Y eso me lleva a otra de sus obras más icónicas, el 2 de mayo de 1808 o la lucha con los mamelucos, su pincel plasmó a un pueblo armado con navajas atacando a los mamelucos, el cuerpo del ejército de Napoleón.
Y junto a él, los fusilamientos del 3 de mayo, subestimar al pueblo español le saldría muy caro a los franceses, pero aquel día perderían la vida por encender la libertad muchos madrileños, entre ellos Manuela Malasaña.
La guerra, la sangre y la incertidumbre de aquella invasión que también se ve reflejada de alguna forma en el coloso.
El ascensor me lleva hasta la luz, en el segundo piso del Museo del Prado están las obras más coloridas de Francisco de Goya, como La cometa y El paseo de Andalucía o La maja y los embozados.
La luz de las claraboyas del segundo piso ilumina también a Los jugadores de naipes, El baile a orillas del Manzanares y a los muchachos cogiendo fruta, La vendimia o el otoño, Las floreras o la primavera, La era o el verano y La nevada o el invierno, entre otros cuadros de Goya.
La maja desnuda de Goya
Al final del pasillo está ella, no podía faltar, si hablamos de Goya es probablemente la primera imagen que te venga a la cabeza, La maja desnuda, que posa sin ningún pudor y cuya mueca parece dibujar una media sonrisa. Sin lugar a dudas, el cuadro más icónico de Francisco de Goya, no hay discusión.
Junto a ella algo más recatada se encuentra La maja vestida.
Que curiosa emoción de familiaridad, haberla visto tantas veces y creer conocerla, no hace más que aumentar la magia de verla por fin en directo, de tú a tú. ¡Le preguntaría tantas cosas a Goya si lo tuviera delante!
La Gallina ciega es el broche de oro de estas salas de la segunda planta dedicadas a Goya.
Pero sus obras no acaban ahí, los amantes del pintor tienen en el Museo del Prado su paraíso, aunque realmente es el paraíso para todos los amantes del arte sin excepción, pocos lugares en el mundo albergan tantas obras de valor artístico incalculable.
Velázquez en el Prado
Me cruzo con Las tres Gracias de Rubens y con una de las obras más representativas de la pintura española, si, ellas, Las Meninas, la magia del pincel de Velázquez no acaba ahí: Las hilanderas, Marte dios de la guerra, el niño de Vallecas, el bufón… se podrían escribir, y se han escrito, tomos sin fin sobre las obras de Velázquez. Aunque yo no lo haré hoy, prefiero contemplar cada uno de los detalles de sus cuadros, dejar que los sentimientos fluyan libremente como un torrente.
La gente se dispersa por los pasillos, sin darme cuenta se me ha hecho ya la hora de comer, subo las escaleras y frente a mí aparece sobrio y perfectamente equilibrado en luces y sobras un sereno Jesús en la Cruz, el Cristo crucificado de Velázquez, uno de mis cuadros favoritos del pintor sevillano.
Mientras sus cabellos rizados le cubren parte del rostro, por manos y pies corre la sangre de un cuerpo de proporciones perfectas. Reflejo de la serenidad de aceptar su destino.
Este óleo sobre lienzo es además uno de los grandes iconos devocionales de la cultura española y ahora lo contemplo a diario en mi nevera, acompañando al resto de imanes de viaje.
La rendición de Breda
Clemencia y magnanimidad es lo que quiere expresar este óleo sobre lienzo de Diego Velázquez, en él se refleja el momento histórico en el que los tercios españoles de Flandes reciben del gobernador Andes las llaves de la ciudad de Breda.
En este cuadro, más allá de la belleza de los detalles, hay algo que no pasa desapercibido, la conexión del muchacho de verde con el espectador. Sus intensos ojos se cruzan con los tuyos mientras contemplas esta obra icónica de la pintura española.
Me bajo a la cafetería del museo, las emociones están siendo tan intensas que necesito asimilarlas, la belleza es tal en la que está considerada la mejor pinacoteca del mundo que comienzo a marearme y he de sentarme un momento. Mientras doy pequeños sorbos al el café llegó a la conclusión de que ante tanta belleza, es posible que esté rozando el síndrome de Stendhal.
Totalmente embriagada, cruzo la puerta, me recibe el sol de Madrid, aunque ahora mismo no sé muy bien donde estoy, pero tengo la sensación de salir del Paraíso, el paraíso del arte.
Adentrarse en el Museo del Prado es hacer un increíble viaje, un viaje al alma del arte, tan magnifico como transformador.
Cómo visitar el Museo del Prado
En la web del Museo del Prado encontrarás toda la información sobre los horarios y las exposiciones y puedes comprar las entradas a través de su web.
Cuando es gratis el Museo del Prado
El Prado es gratis de lunes a sábado de 18.00 a 20.00 h
Y los domingos y festivos de 17.00 a 19.00 h
Visita guiada al Museo del Prado
Puedes reservar aquí un Free Tour de GuruWalk para visitar el Museo del Prado
Libros del Museo del Prado
Aquí puedes encontrar todos los libros del Museo del Prado
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El Museo del Prado, un viaje al alma del arte | Marzo 2022 | Las sandalias de Ulises
Soy Clara, una viajera emocional e intimista.
Cada viaje es un descubrimiento de una parte de mi, conocer otros lugares y culturas ha sido también una forma de conocerme mejor y crecer como persona. ... y cuando vuelves, ves que todo está igual pero tú ya no eres la misma.
También soy comunicadora de viajes en podcast, radio, televisión, charlas, eventos, y he colaborado en diversos proyectos turísticos.
La vida es el auténtico viaje y lo importante es disfrutar de cada etapa del camino, es por ello por lo que Las sandalias de Ulises es un blog de viajes camino a Ítaca.